viernes, 17 de octubre de 2008

Moviendo hilos CAPÍTULO 12


El trabajo en la residencia iba viento en popa, es más, muchas otras residencias habían oído hablar de Monchito, el niño castañuela (seguía sin gustarle ese apodo, pero le seguía persiguiendo) y le llamaban constantemente, le llovían ofertas de todas partes para que pasara a dar una charla, a animar una fiesta o simplemente a conocer gente con la que hablar. Todo iba perfecto, aunque empezaba a incomodarle un poco el ser tan popular, se sentía un poco incómodo con tanta atención de golpe sobre su persona. Ya tenía suficiente con lo que tenía actualmente: Su trabajo, sus amigos en la residencia... Y no quería que tanta atención le volviera avaricioso, sabía que eso podía pasar, había conocido ya a algunos humanos a los que el dinero y la fama les habían hecho cambiar, por eso le daba un poco de miedo. Por lo que decidió dedicarse exclusivamente a su trabajo y olvidarse de otras ofertas, al menos de momento. Pero sí que había otra cosa que quería hacer, ahora que todo le iba bien y era encontrar compañía.

Aunque tenía muy buenos amigos en la residencia, la mayoría de ellos eran tan mayores que era imposible salir de paseo con ellos, caminaban demasiado lento, a veces incluso ayudados por un andador, y ni pensar en salir con ellos a compartir un pronto y unos palillos, les asustaba la idea de abandonar la seguridad de la residencia. Además, se iban a la cama tan pronto que hasta él pasaba horas sin nada que hacer después de la cena, y eso que tampoco era muy trasnochador.

Otra posibilidad eran sus compañeros de trabajo, pero la mayoría estaban casados, con niños o no les atraía la idea de salir con un muñeco de madera, eran buenos amigos, sí, pero dentro del trabajo. El único que parecía estar mas interesado en salir con él algún día era Willy, el chico de la limpieza, pero había algo que no le gustaba de aquel chico. Se pasaba el día escondiéndose en los lavabos y jugando con fuego. Quemaba una piedra oscura, la mezclaba con tabaco y la enrollaba en papel de fumar para luego meterse el humo a los pulmones... Y para eso tenía que manipular fuego, algo que le daba pánico a Monchito por razones obvias, y tampoco alcanzaba a entender esa manía de algunos de meterse humo en el cuerpo para luego toser y sacarlo... Además, cada vez que fumaba aquello, sus ojos se tornaban vidriosos, como si fuera a llorar...

Tampoco quería arriesgarse a salir solo, ya que aquello le había traido malas experiencias anteriormente, y aunque se encontraba mas preparado que antes, no quería arriesgarse otra vez. Por eso esta vez se informó bien, preguntó por todo tipo de locales en los que había posibilidades de conocer gente. Ya conocía las discotecas, y no le acababan de convencer. Los clubes de alterne eran otra opción que había oído, pero mientras algunos pacientes hablaban maravillas de ellos, otros, sobre todo ellas, hablaban pestes de aquellos lugares, asique también los descartó de momento. Estaba claro que las fiestas de barrio no eran lo suyo, asique tampoco era una opción. Entonces vió la solución a todos sus problemas: Internet.

Alguien le habló de internet, de como se podía conocer gente a través de un ordenador, sin tenerle delante. Eso le pareció una idea fantástica, así podría darse a conocer sin que la gente le juzgara a primera vista y evitar así que se llevaran una impresión equivocada de él. Era un ser vivo en un cuerpo de niño de madera, la gente le tomaba por una especie de payaso o de bicho raro. De esta manera podría intimar con alguien y hacer que le conociera antes de verle.

Con un poco de ayuda, abrió una cuenta en una de esas páginas de internet donde la gente buscaba compañeros para todo, desde compartir un piso hasta encontrar pareja. El no pedía tanto, al menos de momento, solo quería darse a conocer al mundo ( o a parte de él ). Por lo que puso un anuncio que decía así:


Ciudadano solitario busca amistades, soy un chico sencillo, de una sola pieza (aunque articulada). Cariñoso y sincero, soñador, gran conversador (trabajo en animación). Me considero agradable y divertido (gran imitador, clavo a Cristo y a Pinocho), pero sobre todo, muy humano.

Si me quieres conocer, estaré encantado en compartir una buena charla y un palillo contigo cualquier tarde, invito yo.


Besitos de madera...

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