miércoles, 8 de octubre de 2008

Cacerola de papel CAPÍTULO 6



Otro día comienza, con la misma alegría del anterior, y del anterior al anterior, y del otro, y del otro... ¡Mierda de rutina!



¿Qué fué de la antigüa ilusión de vivir el día a día en al gran ciudad como un gran reto? ¿Dónde está ese espíritu aventurero de nuestro pequeño héroe de madera?



Pues bien, ese espíritu le abandonó hace tiempo, no recuerda si fué en la última gran resaca de barniz cuando la vomitó por el retrete o si se la arrancó de un lametón la última humana que visitó su caja... Es igual, el caso es que ya no estaba ahí, la rutina se había acabado comiendo, mas bien devorando, sus ansias de aventura en la gran ciudad. Estaba cansado de la vida entre esos seres blanduchos que no daban mas que problemas y se cargaban todo lo que tocaban. Al igual que el rey midas, que todo lo que tocaba lo trasformaba en oro, los humanos tenían la extraña habilidad de trasformar en mierda cualquier cosa que se propusieran mejorar. Que intentaban mejorar la costa para eso que ellos llamaban turismo, pues no se les ocurría otra cosa que llenarla de mierda y hormigón. Que querían adecentar una montaña para eso que llamaban deportes de invierno, pues nada, a llenarlo de nieve artificial, de hoteles enormes que se comen el monte y, por supuesto, eliminando todo rastro de fauna del lugar.



Intentar entender a los humanos es como intentar hacer un potaje en una cacerola de papel, cuánto mas lo intentas, mas te das cuenta de que estás haciendo el ridículo. Lo mismo es convivir con ellos, no se puede convivir con seres que se empeñan en hacerse daños, ya no solo unos a otros, sino a sí mismos. Por eso, Monchito se replanteó su vida y dejó de pensar en esos seres como sus compañeros de viaje, y empezó a verlos como seres inferiores a los que podría estudiar, como el tío Willy, aquél que subía desde Fragel Rock y enviaba sus informes del mundo exterior, así se sentía él, como el único ser inteligente en la tierra... ¿El único? Bueno, si olvidamos todos los errores que ya había cometido, si pasamos por alto el hecho de que era un niño de madera y obviamos que un día ansió ser un niño de carne y hueso...



Total, que muy normal, tampoco es que fuera, pero al menos se daba cuenta de cosas de las que los otros no podían, me pregunto por qué...






¿Por qué va a ser? Pues porqué yo no tengo el cerebro blando, como ellos, ni pienso con mi varita, yo solo quiero ver cosas bonitas.



Me voy a mi casa a encerrarme porque me asquea salir...



Besitos de madera.

1 comentario:

SILVIA dijo...

Rutina, jodida rutina!!
Monchito deberia sentirse orgulloso de ser diferente, de ver lo que otros son incapaces.
Aunque a veces, por mas que nos empeñemos en ver tan solo cosas bonitas, lo feo, lo triste, lo que odiamos, consiga abrirse paso en nuestras mentes y en nuestras vidas.
Hay que luchar contra eso, y Monchito lo hara, estoy segura y asi lo espero.
Hasta el proximo capitulo.
Mil besitos!!!