martes, 21 de octubre de 2008

El mundo responde CAPÍTULO 13




Fueron varias las respuestas a su anuncio en internet, pero hubo una que le llamó la atención sobre todas ellas, y fué la de Raquel. En ella, una chica se describía como un espíritu solitario, acostumbrada a vivir aparte del mundo, ya que, por su pequeña estatura, solía ser discriminada por los demás, que le dedicaban burlas allá donde iba o no solían tomarla demasiado en serio cuando se presentaba a según que candidaturas de trabajo. Su historia le llamó la atención, incluso vió algunas coincidencias con la suya propia, ya que él también se sentía discriminado en cierto modo, no era fácil ser un muñeco de madera bajito en un mundo de humanos de considerable estatura, por lo que decidió contestar al anuncio de Raquel, y ahí comenzaron una serie de mensajes en cadena que, durante meses, fueron cada vez mas habituales y cada vez mas y mas esperados. De hecho, no pasaba un día sin que Monchito revisara su correo esperando un nuevo mensaje; decepcionante el día que no llegaba, toda una descarga de emociones el día que el sobre aparecía iluminado en su pantalla.
Tal era su obsesión, que hasta se compró su propio ordenador para pasar cada vez más y más tiempo hablando con ella en su tiempo libre de aquella manera tan particular, cambiando cartas a través de aquel aparato.
Hasta que un día surgió la gran pregunta ¿Cuándo nos conoceremos en persona?
Hasta aquel día, él estaba tan ilusionado con aquellas cartas, tan enamorado de aquel personaje que le hablaba a través de ellas, que no se había planteado siquiera la posibilidad de verla en persona. Ni siquiera se había planteado la posibilidad de que ella existiera como persona, era tan perfecta, tan comprensiva, tan humana...
¿Cómo era posible que una humana pudiera entenderle tan bien?
Ella quería conocerle, no vivían en la misma ciudad, aunque no era demasiado grande la distancia entre ellos, pero en ese momento, leyendo aquello, le dió un vuelco el corazón y no supo que responder.
Por un lado su corazón gritaba sí, y lo hacía tan fuerte y tan insistentemente, que su pecho latía como una de aquellas torres de altavoces que escupían ráfagas de ruido ensordecedor en las discotecas, vibrando a cada latido, a cada grito de afirmación.
Pero por otro lado, le invadió una sensación de pánico que le hizo temblar desde la cabeza a los piés, a punto estuvo de caerse de la silla.
Pero lo más curioso fué la avalancha de ideas que le azotaron la cabeza en un segundo, la mayoría de ellas de miedo. Miedo a mostrarse cara a cara a aquella dulce humana que le hablaba como nadie le había hablado nunca. Aunque él le había contado todo sobre él, ya que no quería mentirle para que luego se llevara una impresión equivocada, ella siempre bromeaba cuando él le hablaba de su cuerpo de madera. Pinochito, le solía decir, o la típica pregunta de si le crecía la nariz cuando hablaba con ella.
Aterrado por su reacción cuando viera como era en realidad, puso un sinfín de excusas para retrasar aquel encuentro tanto como pudo. Tanto, que volvió a su rutina de cartas diarias y llegó a descartar aquello de su cabeza. Empezaron a hablar por teléfono, así, pensó él, ella tendría menos necesidad de verle, al haber un lazo aún mas estrecho. Pero no fué así, ya que el hablar cada vez mas con él no solo le quitó la idea de verlo en persona, sino que ese deseo fué aún mas fuerte, por lo que Monchito debía tomar una decisión, seguramente la mas importante de su vida. Alejarse un poco más de ella a base de mas escusas y un toque de frialdad, o arriesgarse a mostrarse cara a cara para que ella viera como era realmente.
Aquella tarde, mientras lo pensaba en el patio de la residencia durante su descanso, sintió como su cara se humedecía. Dos grandes gotas cayeron sobre sus rodillas. Miró hacia el cielo, pero se sorprendió al ver que no había ni una sola nube, por lo que, en un principio, no encontró explicación a aquellas dos gotas. Pero al llevarse las manos a la cara, sintió como aquellas gotas, y algunas mas que resbalaban por sus mejillas, no venían de arriba, sino de sus verdes ojos, que agobiados por tanta presión, habían empezado a crear lágrimas por primera vez.
Eso le desconcertó en un principio (como todo lo que sucede por primera vez de forma inesperada), pero luego le hizo pensar, y llegó a la conclusión de que, por fín, se estaba humanizando, y por una vez sintió que no era tan malo como él pensaba.
Aquello le ayudó a tomar su decisión. ¿Por qué no? Pensó ¿Qué mejor momento que ahora?
Descolgó el teléfono, lo volvió a colgar... Esta operación se repitió varias veces. Hasta que decidió escribir, para hacerlo mas fácil.

Estimada Raquel, será un placer aceptar tu invitación de encontrarnos cuando tú quieras, espero que no me consideres demasiado atrevido si te pido que sea a la mayor brevedad posible, ya que tengo muchas ganas de que nos veamos por fín cara a cara. Solo espero no decepcionarte, ya que me tiemblan demasiado las manos para darme una buena capa de barniz y no sé como me verás.
Un saludo.
Monchito.


Apretó el botón de enviar y sintió otro vuelco en el corazón. No estaba seguro si su corazón se había vuelto loco o si había sido la navaja suiza que guardaba en su compartimento interior golpeando las paredes...
No, definitivamente no había sido la navaja, su corazón latía como no lo había hecho nunca, y su pecho, seguía vibrando de una manera extraña. Puso su mano sobre su pecho y notó algo que nunca había notado: Podía sentirlo. Sentía su corazón, sentía un latido fuerte y constante y las llemas de sus dedos se habían ablandado un poco, al igual que su pecho. Entonces pensó:

¿Estaré enfermo? ¿Tendré algo malo...? ¿ME PERDERÉ MI PRIMERA CITA?
Voy a pasarme el pronto y un paño caliente, a ver si me relajo...

Besitos de madera...

1 comentario:

NERIM dijo...

Qué emoción. Una vez más,la máquina se vuelve hombre y los sentimientos empiezan a aflorar y a latir con fuerza en su cuerpecito de madera.
Yo creo que le hace falta algo más que el pronto...
Monchito, todos hemos pasado por nuestra primera vez,asi que te sugiero que te relajes y disfrutes de cada momento, porque es lo más importante que vas a tener grabado en tu cabeza si no toda la vida, durante muchisimo tiempo.
A por todas y mucha suerte!
Que las astillas que te envuelven se vuelvan latidos y que el barniz sea sustituido por el calor de unos brazos cálidos que sepan envolverte como te mereces.
Esperemos que a patir de ahora el pronto te lo pasen otras manos, en vez de las tuyas....
Más besitos de madera.
Miren.