viernes, 3 de octubre de 2008

El porqué de las cosas CAPÍTULO 4


Monchito se instaló en la ciudad y, efectivamente, se hizo el puto amo enseguida. Vale que tenía un trabajo de mierda, no se comía un rosco y vivía en un apartamento enano en la peor zona de la ciudad. Pero él se sentía el mejor del mundo, el mas chulo de la ciudad, superior a todos con los que se cruzaba a diario. ¿Y por qué? Os preguntareis. Pues porque solo él conocía el porqué de las cosas. Por ejemplo, cuando todo el mundo estaba triste porque llovía, Monchito estaba alegre porque sabía que la naturaleza, en su infinita sabiduría, había enviado la lluvia para joderles, aunque no supiera muy bien porque, pero seguro que algo habrían hecho... Siempre hacían algo malo, eran seres llenos de mezquindad, asique la naturaleza, los castigaba a su manera. Esa es la explicación de que suela llover en las fiestas de barrio, de que el mas cabrón se folle a la guapa, de que siempre se muera el mas bueno, el prudente en el accidente de coche. Esa es la razón de que el mas tonto se lleve el premio, de que gane mas dinero el que menos sepa disfrutarlo, de que el padre borracho tenga 10 hijos, de que la mujer mas guapa sea la mas idiota, de que el hombre inteligente esté aún por descubrir, de que no encontremos vida en el espacio (por no contaminarla). La naturaleza protege lo bueno, lo puro, lo natural. Y Monchito se sentía parte de la naturaleza, de hecho, su corazón era de roble, y la sangre que corría por sus duras venas tenía mas de vegetal que de humana. Por lo tanto, él sabía que su momento acabaría llegando, porque en el fondo, sabía que la naturaleza, en su infinita sabiduría, lo defendería por ser parte de ella. Por eso no le daba miedo la ciudad, al menos no la ciudad en sí. El asfalto, el hormigón, el bosque de bloques con su copa contaminada de humo que impedía ver el cielo y crecer la hierba. Lo único que le daba miedo eran esos seres inquietantes que vivían allí, sobre todo la fauna nocturna, pero no por miedo a ellos en sí, sino por todo lo que ofrecían. Placeres contaminados, ilusiones podridas, una vida de placer y dolor. En definitiva, una vida humana. Pero sabía que podría resistir todo aquello, él era mas fuerte que ellos, él era parte de la naturaleza y la naturaleza parte de él, estaba protegido...
Miradlo, camina por la calle con la cabeza tan alta que su cuello de madera parece increiblemente largo, mirad como mira a la gente, como quien mira seres extraños, de otro planeta, en una especie de zoo sin jaulas. Fijémonos en lo que piensa:

Y pensar que ansiaba tanto vivir entre ellos...

Me voy a casa a merendar!
Besitos de madera...

1 comentario:

SILVIA dijo...

La naturaleza es sabia, cierto. Pero tambien cruel y dura, cuando se la putea.
Me gusta que Monchito se crezca, solo espero que no le venga el bajon de repente, suele pasar.
Espero que sea capaz de esquivar la "vida humana", y siga con su peculiar "vida de madera".
Mil besitos!!!