jueves, 2 de octubre de 2008

Monchito in the city CAPÍTULO 3


Y llegamos al gran momento, lo que Monchito había soñado, su particular liberación...
Cuando el tren se paró, Monchito se vió envuelto en una vorágine de gente apenas pisó el andén. Gente que corría hacia todas partes, como locos, con la mirada fija en algún punto distante, como atontados. Desde ese primer momento Monchito lo vió claro, esa ciudad era suya, él iba a ser el rey allí. No podía ser que un montón de zombies alocados que corrían detrás de un tren o que subían y bajaban por escaleras que se movían solas fueran capaces de dominar una ciudad, ¿Donde se ha visto una escalera para vagos que no te deje andar...? Es de locos...
Pero lo primero que le llamó la atención fué algo que tardó darse cuenta, nadie le miraba. Se dió cuenta cuando pasó junto a un espejo, se vió reflejado, con sus grandes ojos abiertos de forma descomunal, su traje de noche y su piel de madera (a la que ya le hacía falta una buena capa de barniz) y vió como la gente pasaba sin extrañarse lo más mínimo de aquella pequeña criatura, solo alguna mirada de reojo y alguna sonrisa medio oculta. Y eso le dió aún mas motivos para venirse arriba, para fantasear con todo lo que sería capaz de hacer en esa ciudad de locos, miles de ideas le pasaron por la cabeza de golpe, sería un gran actor, o uno de esos personajes tan arreglados que vestían tan bien y parecían tan importantes con sus maletines de piel. ¿Por qué no? Él ya no era un bicho raro, era uno mas, pero con una ventaja, ya no era tan diferente por fuera, quizás un poco raro, pero no mas que otros que deambulaban por allí, pero ellos estaban idos, tenían la mirada perdida, parecían atontados, mientras que él era un niño de madera, que aunque aparentaba ser un ser frágil e inocente, ya sabía muchas cosas de la vida, es mas, su cabeza era la de un adulto, y no uno cualquiera, sino uno inteligente, y su corazón era duro como un roble, tantos años de sufrimiento y desengaño le habían aportado mucha experiencia en la vida. Asique miró a toda esa gente y penso: "Pardillos"
Y con esta gran, pero simple, reflexión, salió de la estación con la intención de comerse el mundo, con los ojos abiertos y una sonrisa en la boca que a punto estaba de desencajarle la mandíbula por la parte de la bisagra derecha.
Monchito, ¿Quieres dedicarnos unas palabras en tu primer día en la gran ciudad?
Por supuesto:

"Os vais a cagar... Pardales"
Besitos de madera...


1 comentario:

SILVIA dijo...

Pobre Monchito, todavia no sabe donde se ha metido.
La gente, una gran masa de pardillos, si.
Pero pardillos que pueden hacer daño, mucho daño.
Estoy deseando ver como se desenvuelve nuestro amigo, en esta gran selva plagada de bestias salvajes. No le va a resultar facil.
Mil besitos!!!