lunes, 6 de octubre de 2008

Un mal trago de Barniz CAPÍTULO 5


Así es la vida, un día eres el mas chulo del barrio y al siguiente estás metido en lo mas fondo del pozo. Eso le acaba de pasar a nuestro amigo Monchito, ayer fué uno de sus mejores días y hoy se ha encerrado en su caja y se niega a mirar al mundo. Pero, ¿Que ha pasado para que haya girado su vida 180 grados en menos de 24 horas?

Sí amigos, anoche sucedió lo peor que os podais imaginar, algo que a todos nos ha ocurrido en alguna ocasión, algo que todos esperamos con alegría aún sabiendo que nos hace daño, ayer Monchito fué a las fiestas de su barrio.

Era la primear vez, aparte de su paso por la estación en hora punta, que veía a tanta gente junta y, aunque hacía tiempo ya que se había cansado de seguirle el juego a esos seres de piel blanda con los que compartía su ciudad, había algo en esa aglomeración de gente que le atrajo hacia ella como el anzuelo que atrae al pez a su propia muerte, no lo pudo resistir. Vió a la gente tan contenta, tan alegre, tan féliz... Que no pudo resistir la sensación de unirse a esa gran bola de gente feliz que se reunía ante un grupo de humanos que tocaban horrendas, aunque animadas, melodías en algo llamado verbena pachanguera.

Enseguida se contagió por el ambiente y se mezcló con la marea humana que, como locos, saltaban, gritaban y se agitaban como posesos, como si hiciera años que no se hubieran lubricados las bisagras. Y lo mas curioso de todo, aparte de beber como cosacos (por falta de lubricación e hidratación, se imaginó, de ahí sus extraños movimientos), tendían a rozarse unos con otros, como si se empeñaran en empezar una gran hoguera en la que sus propios cuerpos encendieran la llama.

Extrañas actitudes que le atrajeron de forma casi hipnótica, y mas aún cuando se dió cuenta de algo que no había observado nunca hasta ese momento, y era el hecho de que, por una vez, nadie le miraba de forma extraña, solo algunas miradas con sonrisas conflictivas que le invitaban a unirse a la fiesta y pasarlo bien, pero no era eso lo más extraño, lo mas extraño de todo era que por una vez, era él el que miraba a algunos de los participantes en esa irracional orgía de carne vestida con extrañas vestimentas y caras desencajadas, por una vez, él no era el raro, sino ellos, ellos eran los que actuaban de manera antinatural e inexplicable.

Llegó a sentirse tan bien, que se entregó por completo a la fiesta. Decidió que, por una vez, iba a ser uno mas de ellos. Esta vez no se sentía mejor ni peor que ellos, se sentía uno mas. Era la primera vez que se sintió plenamente feliz, al fin supo lo que eso significaba, y se entregó a vivir el momento lo mejor que pudo, sin pararse a pensar en las consecuencias.

Al igual que la noche se volvió una locura en algún momento que nunca alcanzó a recordar, el día llegó con una brutalidad extrema, en forma de luz que arañaba sus ojos como cuchillas de afeitar. No sabía donde estaba, ni como había llegado allí. No recordaba practicamente nada de la noche anterior, solo tenía una extraña sensación de felicidad que le iba abandonando poco a poco, supliéndose ésta por una horrible sensación de malestar que subía desde sus zapatos de charol ( los cuales habían perdido parte de su impecable brillo habitual) hasta la pintura de su pelo, dejando chirriantes dolores en todas y cada una de sus metálicas articulaciones....

No llegaba a explicarse como había llegado a esa ridícula situación. Sentado en el banco de un parque, mirando al cielo y con ganas de escupir astillas.

Otra vez mas, lo que empezó como un sueño, acabó poco menos que en pesadilla, y otra vez por culpa de ellos, por culpa de esos locos seres de piel blanda que se empeñan en destrozar el mundo y todo lo que por él se mueve.

Al fín, un poco de luz fué brotando en su duro cerebro tallado y se dió cuenta de como había sucedido todo, empezó a ver imágenes de gente que le pasaba coloridos brebajes de todo tipo, mas o menos fríos, mas o menos sabrosos, mas o menos exóticos pero todos ellos dañinos. Y se preguntaba: ¿Por qué extraña razón se empeñaban estos bichos estrambóticos en meterse en el cuerpo cosas que les sientan mal? ¿Qué sacan con ello?, y lo mas importante: ¿Qué coño opina él de este sarao? Escuchémosle:


Mis peores sospechas se han confirmado esta noche, me estoy volviendo tonto como esta masa de cerebros capados... Hay que espabilar, Monchito.

Besitos de madera.


1 comentario:

SILVIA dijo...

Mis temores se han confirmado: Monchito ha sucumbido a la estupida masa y a sus mas estupidas costumbres.
Pero no hay mal que por bien no venga, asi que, como el mismo dice: a espabilar Monchito!!
Mil besitos!!!